La alargascencia es una nueva tendencia que pretende darle una nueva oportunidad a las cosas rotas, gastadas y con historia a sus espaldas. Talleres de reparación, alquiler de herramientas o máquinas para uso puntual, compra de segunda mano, préstamo o trueque son las nuevas consignas que no solo evitan la generación de más basura y la compra de nuevos ítems, sino que empiezan a ser una nueva opción de vida para muchos.

El término alargascencia lo inventó la asociación Amigos de la Tierra hace un par de años. “Teníamos una campaña contra la obsolescencia programada, pero queríamos traspasar parte del trabajo, de la responsabilidad a la ciudadanía para que se comprometiera en no tirar tantas cosas y en recuperarlas. Pensando en un nombre nos salió éste”, comenta Alodia Pérez, responsable del área de Residuos y Recursos Naturales de esta asociación ecologista.

Aunque relacionemos la obsolescencia con las máquinas, ordenadores y derivados de la tecnología, lo cierto es que ésta empezó mucho antes. Es conocido por todos que en los años 20 los fabricantes de bombillas se dieron cuenta de que su producto era demasiado bueno y de que no hacían negocio, por lo que decidieron rebajar su calidad para incrementar las ventas.

Muchos desperfectos o problemas en los ordenadores pueden arreglarse, a pesar de que si los llevamos al servicio técnico de la marca nos contesten con la célebre frase: “no le merece la pena arreglarlo” y acto seguido te proponen que compres uno nuevo. Otro ejemplo claro es el de los televisores, uno de los electrodomésticos que menos se repara porque los arreglos son caros y los precios han bajado bastante.

En Palma de Mallorca abrió el año pasado La Bricolajería, un taller de bricolaje asistido. Allí se ofrecen herramientas y ayuda profesional a aquellos que quieren arreglar cosas pero les faltan conocimientos y equipo.