Una de las prioridades en la agenda del Parlamento Europeo es la lucha contra la obsolescencia programada y la mayor durabilidad de los productos. Es necesario establecer unos criterios mínimos de resistencia para los artículos de consumo, informando mejor a los ciudadanos sobre su durabilidad, propiciando así que la reparabilidad de los mismos sea factible y viable.

El 77% de los consumidores europeos preferiría reparar sus bienes a comprar otros nuevos, pero se ven condenados al reemplazamiento de los mismos o bien a prescindir de sus servicios, debido al alto coste de las reparaciones.

A tenor de lo que indica el Eurobarómetro, el 90% de los ciudadanos de la Unión Europea considera que los productos deben estar claramente etiquetados a fin de que se indique con nitidez la durabilidad de los mismos. Si un consumidor ve un producto que es un 30 o un 40% más barato y parece funcionar bien y no sabe que romperá en dos años, en lugar de diez, obviamente va a elegir el más barato.

El Parlamento Europeo prevé votar un informe en el que se solicita la articulación de medidas concretas que permitan hacer frente a este derroche económico, energético y de recursos.

La responsabilidad ampliada del productor adquiere aquí todo su sentido y extender la vida útil de los productos puede ser una circunstancia ventajosa para las pymes y empresas que no puedan competir en precio, pero sí en calidad.

Con esta iniciativa, el Parlamento Europeo pretende dar un paso adelante en el tránsito que debe realizarse de una economía lineal (marcada por las malas prácticas de extraer-producir-usar-tirar) a una que tienda más a la circularidad, en la que los productos se mantienen en el mercado por más tiempo, reduciendo de esta forma la producción de residuos mediante estrategias de prevención, reutilización, reparación y reciclaje.