Una de las características principales de este envase es que es infinitamente reciclable. Obviamente, con el tiempo, ha ido evolucionando, reduciendo su peso, cambiando su cierre, forma, tamaño, diseño… A su vez, se ha ido consolidando como un envase seguro, resistente, ligero… 

Además, su larga tradición de reciclado sitúan a la lata en un lugar privilegiado en la carrera por el futuro, ya que es uno de los mejores ejemplos de economía circular. Los metales son materiales permanentes y 100% reciclables. De hecho, se reciclan desde tiempos inmemoriales. Tanto es así, que el 75% del aluminio producido por la humanidad a lo largo de su historia sigue en uso.

Por lo que todas las latas de bebidas son infinitamente reciclables sin pérdida de calidad, independientemente de su color o diseño, con la particularidad de que son fáciles de separar y reciclar con la infraestructura existente, sin requerir nuevas tecnologías ni costosas inversiones adicionales. No en vano, es el envase más reciclado en el mundo. También lo es en España.  Para hacernos una idea, reciclar una lata ahorra el 95% de la energía necesaria para producir una nueva, lo que equivale a mantener un televisor funcionando durante 3 horas.

Otro dato curioso es que cuando se deposita una lata de bebidas en el contenedor amarillo, tarda menos de 60 días en volver a las manos del ciudadano, en forma de nueva lata u otro producto metálico.

Según el reciente Análisis de Ciclo de Vida realizado por Metal Packaging Europe, en los últimos diez años, la lata ha reducido su huella de carbono en un 31% gracias a las continuas mejoras en los procesos de fabricación del aluminio, la reducción de su peso y el aumento de su tasa de reciclado.